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En toda situación embarazosa habita una iluminación, y mientras el obrero que trabaja en los viñedos de la Cultura acostumbra olvidar sus éxitos rápidamente, el recuerdo de un traspié perdura durante años, sino décadas, con una intensidad que puede deslumbrar. Los triunfos no brindan ninguna enseñanza, en cambio los tropiezos alimentan de modos muy diversos la capacidad de discernimiento; permiten que uno se haga una idea de las condiciones de producción, de los modales y usos vigentes en el sector en el que trabaja, y ayudan a las almas desprevenidas a calcular cuáles serán las trampas, las zonas minadas y los dispositivos de aniquilamiento automáticos con los que deberá lidiar en un determinado campo.

Hans Magnus Enzensberger (2011), Mis traspiés favoritos, seguidos de un almacén de ideas, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2012, p. 8