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Los cambios ocurridos en el seno del campo del poder económico, y muy especialmente los que resultan del hecho de que cada vez más el acceso a las posiciones dominantes en el campo económico tienda a subordinarse a la posesión de títulos escolares, incluso especialmente adaptados, entrañaron una modificación profunda de la estructura de las relaciones de fuerza en el seno del campo del poder. En el campo económico mismo, la concentración de los medios de producción económica va acompañada de una concentración de los medios de producción culturales que definió las condiciones de un nuevo uso del capital cultural. El asalariado burgués, cuyo desarrollo sigue el avance de la burocratización de las empresas, expresa en sus estrategias las contradicciones inscriptas en la posesión de un tipo de capital que, salvo excepción, ya no puede asegurar beneficios económicos (especialmente en tanto instrumento de apropiación específica del capital cultural materializado en forma de instrumento de producción) más que en el seno de empresas de producción cultural que disponen del capital económico necesario para reunir a los productores culturales y asegurarles los salarios y los instrumentos de producción cada vez más costosos, indispensables para el cumplimiento de su actividad productiva. Esto diferencia a los asalariados burgueses, ingenieros, investigadores, profesores, etcétera, de los miembros de las profesiones liberales, quienes, al trabajar “por su cuenta”, pueden poner en marcha su capital incorporado y extraer de allí beneficios sin aporte externo de capital (o, en todo caso, al precio de una acumulación restringida). Portadores de un capital cuya activación está subordinada a la posesión de capital económico, los asalariados burgueses, y más generalmente ésos que llamamos “cuadros”, están destinados, por la ambigüedad de su posición, a una profunda ambigüedad en sus tomas de posición: la ventaja con que se benefician, en tanto portadores de capital cultural, con relación a quienes están desprovistos de él, los remite hacia el polo dominante del campo del poder, sin necesariamente acercarlos a los dominados; entretanto, la posición subordinada de este tipo de capital los aleja de aquellos que, con el capital económico, poseen el control sobre la utilización de su capital.

Pierre Bourdieu (1989), "Las transformaciones de la estructura del campo del poder" en La nobleza de Estado, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013, pp. 471-472