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De la muchas veces afirmada dependencia del Estado de la sociedad civil del poder político de la clase dominante, Marx da una confirmación precisa ahí donde plantea el problema del paso del Estado en el cual la clase dominante es la burguesía al Estado en el cual la clase dominante será el proletariado. Sobre este problema será inducido a meditar sobre todo por el episodio de la Comuna de París (marzo-mayo de 1871). En una carta a Ludwig Kugelmann, del 12 de abril de 1871, refiriéndose precisamente al último capítulo del escrito sobre el golpe de Estado en Francia (El 18 brumario de Luis Bonaparte), en el que había afirmado que “todas las sublevaciones [cambios radicales políticos] no hicieron más que perfeccionar esta máquina [entiéndase la máquina del Estado] en vez de destrozarla”, replica, a veinte años de distancia, que “el próximo intento de la Revolución francesa no consistirá en transferir de una mano a otra la máquina militar y burocrática, como ha sucedido hasta ahora, sino era destrozarla, y que ésa es la condición preliminar de toda revolución popular en el continente”. Señala pues que el objetivo que pretenden los insurrectos parisinos es precisamente ése; ellos no intentan apoderarse del aparato del Estado burgués sino que tratan de “destrozarlo”. En las consideraciones sobre la Comuna, Marx retorna a menudo sobre este concepto: ahora dice que la unidad de la nación debía volverse una realidad “por medio de la destrucción de aquel poder estatal que pretendía ser la encarnación de esta unidad independiente y hasta superior a la nación misma, mientras no era sino una excrecencia parasitaria”; ahora habla de la Comuna como de una nueva forma de Estado que “destroza” el moderno poder estatal, y que sustituye al viejo gobierno centralizado con “el autogobierno de los productores”. Parece, pues, que para Marx la dependencia con respecto al poder estatal del poder de clase es tan estrecha que el paso de la dictadura de la burguesía a la dictadura del proletariado no puede realizarse simplemente a través de la conquista del poder estatal, es decir de aquel aparato de que se ha servido la burguesía para ejercer el propio dominio, sino que exige la destrucción de aquellas instituciones y su sustitución con instituciones completamente diferentes. Si el Estado fuese sólo un aparato neutral por encima de las partes, la conquista de este aparato, o hasta la sola penetración en él, serían por sí mismas suficientes para modificar la situación existente. El Estado es, sí, una máquina, pero no es una máquina que cada uno pueda manejar a su antojo: cada clase dominante debe formar la máquina estatal según las propias exigencias. Sobre los caracteres del nuevo Estado Marx da algunas indicaciones tomadas justamente de la experiencia de la Comuna (de las cuales sacará inspiración Lenin para el ensayo Estado y revolución y los escritos y discursos de los primeros meses de la Revolución): supresión del ejército permanente y de la policía asalariada, y su sustitución por el pueblo armado; funcionarios o de elección o bajo el control popular y por lo tanto responsables y revocables; jueces elegibles y revocables; sobre todo sufragio universal para la elección de los delegados con mandato imperativo y por lo tanto revocables; abolición de la tan mentada pero ficticia separación de los poderes. (“La Comuna debía ser, no un organismo parlamentario, sino de trabajo, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo”); y finalmente amplia descentralización capaz de reducir a pocas y esenciales las funciones del gobierno central. (“Las pocas pero importantes funciones que hubieran quedado todavía para un gobierno central […] habrían sido cumplidas por funcionarios comunales, y por lo tanto estrictamente responsables”). Marx llamó a esta nueva forma de Estado “gobierno de la clase obrera”, mientras Engels, en la introducción a una reimpresión de los escritos marxianos sobre la guerra civil en Francia, la llamó con fuerza, y con provocadora intención, “dictadura del proletariado”. “El filisteo socialdemócrata recientemente se ha sentido invadido una vez más por un saludable terror al oír la expresión: dictadura del proletariado. Pues bien, señores, ¿queréis saber cómo es esta dictadura? Mirad la Comuna de Paris. Esta fue la dictadura del proletariado”.

Norberto Bobbio, "Marx y el Estado" en Ni con Marx ni contra Marx, México, Fondo de Cultura Económica, 1999