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–Como muchos otros intelectuales franceses pos-Mayo del ‘68, usted hacía de su análisis de la psiquiatría y la locura, una crítica al marxismo. Hoy parece retomar una categoría clásica del marxismo, como es el trabajo. ¿Por qué?
–Había categorías maltratadas, por entonces. Esa fue una las razones por la cual la atención de los ideólogos críticos se orientó hacia el hospital psiquiátrico, la enfermedad mental, la cárcel, los prisioneros, lo que a su vez tenía un significado simbólico pues denunciaba cierta forma de conciencia social. Una visión quizás naïf, y también injusta. Con el tiempo, hubo cambios sociales muy importantes que nos hacen retornar a pensar en la transformación de las estructuras del trabajo y de la relación con el trabajo. Esa es la razón que me condujo a interesarme en el tema del trabajo, que en nada era una preocupación anterior, ni siquiera un punto de partida. No conocía nada sobre la temática. Sintetizando, hoy veo que si la relación con el trabajo es buena –si los individuos tienen un trabajo estable que le permita manejar el presente y anticipar el porvenir–, están integrados a la sociedad. Pueden tener problemas psicológicos, pero no tienen un problema de inserción o social. Aún hoy el trabajo nos integra, nos hace felices, incluso nos puede proteger contra la locura.

Robert Castel, entrevistado por Raúl García en Página/12, 27-08-1999
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