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La sociología está emparentada con la comedia, pues devela los dispositivos de funcionamiento de la autoridad. Por el disfraz (Toinette, el médico), la parodia (el latín miedoso de Diafoirus) o el cargo, Molière desenmascara la maquinaria oculta que permite producir efectos simbólicos de imposición o intimidación, los trucos e ilusiones que hacen a los poderosos y notables de todos los tiempos: el armiño, la toga, el birrete, el latín, los títulos escolares. Todo lo que Pascal analizó por primera vez. A fin de cuentas, ¿qué es un papa, un presidente o un secretario general sino alguien que se considera como un papa o secretario general o, más precisamente, considerado como tal por una Iglesia, el Estado, el Partido, o la Nación? Lo que separa al personaje de comedia del megalómano es que de modo general se lo considera seriamente y se le reconoce así el derecho a esa especie de "imposición legítima", como dice Austin. Créame: el mundo visto así, es decir, tal como está, es demasiado cómico. Pero con frecuencia se dice que lo cómico va a la par de lo trágico. Y se reconciliaría a Pascal actuado por Molière.

Pierre Bourdieu, entrevistado por Didier Éribon en Libération, 19-10-1982, p. 28