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Se llamó "transición" para hacernos creer que a la democracia la habíamos ganado, y que había que pasar de un sistema al otro, del despotismo asesino militar a la paz sin violencia de la política –transferencia del poder militar al civil y popular de los ciudadanos– como si uno no tuviera nada que ver con el otro. Jugaban con la apariencia: como si el terror de la guerra no se prolongara, con su esencia despótica, en la paz de la democracia. Para ocultarnos que eran sólo dos estrategias de poder, y que la segunda, la paz democrática, pudo aparecer porque la primera, el despotismo asesino, había triunfado aun en su derrota.

León Rozitchner, El terror y la gracia, Norma, Buenos Aires, 2003, p. 356