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Por lo tanto, las cosas no son simples objetos neutros que contemplamos; cada una de ellas simboliza para nosotros cierta conducta, nos la evoca, provoca por nuestra parte reacciones favorables o desfavorables, y por eso los gustos de un hombre, su carácter, la actitud que adoptó respecto del mundo y del ser exterior, se lee en los objetos que escogió para rodearse, en los colores que prefiere, en los paseos que hace. (...) Nuestra relación con las cosas no es una relación distante, cada una de ellas habla a nuestro cuerpo y nuestra vida, están revestidas de características humanas (dóciles, suaves, hostiles, resistentes) e inversamente viven en nosotros como otros tantos emblemas de las conductas que queremos o detestamos. El hombre está investido en las cosas y éstas están investidas en él.

Maurice Merleau-Ponty (1948), "Exploración del mundo percibido: las cosas sensibles" en El mundo de la percepción. Siete conferencias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 16-17