# 219

La historia de la sociedad argentina puede caracterizarse como una historia de enfrentamientos seculares y conflictos endémicos (finalmente directos o físicos, es decir: enfrentamientos armados) por la imposición del orden sistémico o institucional dominante, en la que nunca el grupo física o militarmente derrotado ha aceptado simplemente su derrota como una derrota “social”, y ha por ello tratado de conservar siempre los medios para impedir la “victoria sistémica” del adversario. El resultado de todo ello es que nunca, por tanto (con la posible excepción del período 1880-1930), ha habido un “proyecto de país” claramente vencedor. (...)
Sin embargo, esta incapacidad de aceptación de los resultados inapelables del enfrentamiento armado o militar entre los grupos sociales en pos de la imposición de sus respectivos proyectos institucionales (“sistémicos”), ocurre de un modo muy singular: el grupo derrotado siempre conserva, en cada caso, si no el poder de controlar o dirigir el proyecto a imponerse luego de su derrota militar, sí al menos la capacidad de condicionar –esto es, de impedir, boicotear, o bloquear– el proyecto del vencedor. (...)
La consecuencia de todo esto es que, en estas condiciones, ningún proyecto de país puede imponerse finalmente: ni el proyecto de los derrotados, ni el de los vencedores. No triunfa ni el “globalismo” o proyecto modernizador (“liberal”), ni el “nacionalismo” o proyecto comunitarista popular/ tradicional. O empatan, y se obstaculizan y boicotean mutuamente, o coexisten bajo la forma de una curiosa mixtura, que implica una distorsión mutua de ambos principios. Ambos siguen vivos como retórica política y discurso identitario, pero ninguno tiene posibilidad de imponerse plenamente ni organizar el país (excepto de un modo dictatorial, a la vez inestable, precario e ilegítimo).

Ernesto Funes, "Argentina: envilecimiento de la modernidad" en Noticias Núm. 1797, 03/06/2011