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La revolución de febrero fue la bella revolución, la revolución de la simpatía general, porque los antagonismos que en ella estallaron contra la realeza dormitaban, embrionario, tranquilamente, juntos, porque la lucha social que le daba su sentido verdadero, no había adquirido más que una existencia vaporosa, la existencia de la frase, del verbo. La revolución de junio es la revolución odiosa, la revolución repugnante, porque la cosa ha tomado el lugar de la frase, porque la República ha puesto al desnudo la cabeza del monstruo abatiendo la corona que la protegía y ocultaba.

Karl Marx (1850), Las luchas de clases en Francia, Buenos Aires, Claridad, 2008, p. 80