# 187

El aeropuerto, control de pasaportes. En la ventanilla, un soldado joven del servicio de fronteras. Empieza el concienzudo examen del pasaporte: lo hojea, lo mira, lo lee, pero, sobre todo, busca la fotografía. ¡Por fin, aquí está! El soldado contempla la fotografía y me mira a mí, la fotografía y a mí, la fotografía y a mí. Algo no le cuadra. ¡Quítese las gafas!, ordena. La fotografía y a mí, la fotografía y a mí. Pero veo en su rostro que ahora, sin gafas, le cuadra menos aún. Advierto concentración en sus ojos claros y noto lo febrilmente que su cerebro se ha puesto a trabajar. Creo adivinar en qué trabaja: busca al enemigo. El enemigo no lleva escrita en la frente su condición, todo lo contrario: el enemigo va enmascarado. Ésta es la habilidad en la que entrenan a mi soldado y a miles de sus compañeros (...)
A veces dicen que la guerra fría ya se ha acabado. Pues no se ha acabado; persiste en ese pasear los ojos de la fotografía a la cara una y otra vez, en esa insistencia en atravesarnos con la vista, en esa mirada escrutadora y llena de sorpresa, en esa reflexión, vacilación e incertidumbre de qué, finalmente, harán con nosotros.

Ryszard Kapuściński (1993), El Imperio, Barcelona, Anagrama, 2007, p. 100