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(...) queremos formular dos observaciones. La primera es que todas las clases políticas tienen la tendencia a volverse hereditarias, sino de derecho, al menos de hecho. Así, todas las fuerza políticas poseen esa cualidad que en física se llama fuerza de inercia; esto es, la tendencia a permanecer en el punto y en el estado en el que se encuentran. El valor militar y la riqueza se conservan fácilmente en ciertas familias por tradición moral y por efecto de la herencia. Y la práctica de los grandes cargos, el hábito y casi todas las aptitudes para tratar los negocios de importancia, se adquieren mucho más fácilmente cuando se ha tenido con ellos cierta familiaridad desde pequeño. Aun cuando los grados académicos, la cultura científica, las aptitudes especiales probadas por medio de exámenes y concursos abren las puertas a los cargos públicos, no desaparecen las ventajas especiales a favor de algunos, que los franceses definen como las ventajas de las posiciones adquiridas. Y en realidad, por más que los exámenes y concursos estén abiertos teóricamente a todos, a la mayoría le falta siempre los medios necesarios para cubrir los gastos de una larga preparación, y otros carecen de las relaciones y parentelas mediante las cuales un individuo se sitúa rápidamente en el “buen camino”, que le evita las vacilaciones y errores inevitables cuando se entra en un ambiente desconocido, donde no se tienen guías ni apoyos.
La segunda observación es la siguiente: cuando vemos establecida en un país una casta hereditaria que monopoliza el poder político, se puede estar seguro de que tal estado de derecho ha sido precedido por un estado de hecho. Antes de afirmar su derecho exclusivo y hereditario al poder, las familias y las castas poderosas debieron tener muy seguro en sus manos el bastón de mando, debieron monopolizar absolutamente todas las fuerzas políticas de la época y del pueblo en el que se afirmaron. De otro modo, una pretensión de este género habría suscitado protestas y luchas muy enconadas. Señalemos también que con frecuencia las aristocracias se han envanecido de un origen sobrenatural o al menos diferente y superior al de la clase gobernada.

Gaetano Mosca (1896), La clase política, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 120-121