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Garganta Tres agarra un marcador de su poblada mesa de trabajo y dibuja en una hoja de bloc. Un país, aparentemente, es un círculo rojo con una pequeña puerta en la parte superior y otra en la parte inferior. Entre una y otra, dentro del círculo, Garganta Tres traza líneas semicirculares que van y vienen de una puerta a la otra, graficando la idea de circulación de mercancías. De toda clase de mercancías.
-Un país es esto, mi estimado amigo, una superficie donde las mercancías entran, circulan y salen. Quien controla las dos puertas y el movimientro en el interior es el dueño del país. Con OCA y OCASA Yabrán controlaba la circulación interna. Sus camionetas buscaban sobres y paquetitos en la bodega de los aviones y los movían a piacere por todo el territorio nacional sin molestas intercepciones, porque la ley protege la inviolabilidad de la correspondencia y porque aceitados contactos políticos le permitían el acceso, sin molestas inspecciones, a la panza misma de los aviones. Sólo le faltaba dar un paso más: el control de las puertas. Y lo consiguió con la entonces ignota y ahora famosa Empresa de Cargas del Atántico Sur Sociedad Anónima, más conocida como EDCADASSA, que, por supuesto, no figuraba a su nombre. Y lo consiguió, fíjese usted cómo son las cosas, en el momento oportuno: a fines de la década del ochenta, cuando comenzó a expandirse, de manera espectacular, el lavado de dinero en Argentina. A comienzos de los noventa perfeccionó el sistema apoderándose de las tiendas libres de impuestos, los famosos duty free shops, y del servicio de rampa de los aviones. ¿Cómo? En sociedad con la fuerza que lo había protegido desde mediados de los setenta y a la que aportaba datos vitales de inteligencia (Nota: Zapram, su organización de seguridad privada compuesta por militares represores). ¿O usted no sabe que el correo y el clearing bancario constituyen fuentes vitales de inteligencia? Y, además, fíjese lo que son las cosas, también son instrumentos idóneos para el lavado de dinero. Porque si usted tiene una máquina franqueadora de correspondencia puede falsificar el conteo y hacer figurar que mandó muchos más sobres de los que en realidad mandó. Aunque eso le suponga pagar más dinero en concepto de canon al Correo y, obviamente, mayores impuestos. De ese modo usted justifica, blanquea, la entrada "legal" de un dinero que originalmente era negro. Por otra parte, si eso le supone un egreso fiscal alto, siempre lo puede compensar con facturas altas que equilibren las cargas. ¿Me sigue?
-Yabrán se jactaba ante sus íntomos de ser como un país, porque al ser dueño de las estampillas, era como si emitiera su propio papel moneda.
-Y tenía razón. De ahí su obsesión con no dar la cara, de que no se la vieran ni la fotografiaran. Si ese poder gigantesco, disimulado en una trama compleja de holdings, empresas fantasmas y testaferros, llegaba a encarnarse y tener nombre y apellido, se volvía automáticamente vulnerable. Un blanco relativamente fácil para esos enemigos que crecían de manera directamente proporcional a las conquistas que iba logrando al calor de una creciente privatización del Estado de la que podía beneficiarse, hasta un punto (que es lo que este hombre tan astuto no supo ver), hasta el punto de no interferir con la privatización total del Correo o de los mismos aeropuertos que planeaba Cavallo, hasta el punto de no interferir con la entrada de otros grupos poderosos, nacionales y extranjeros, que no se resignaban a quedar afuera o a ser socios menores del Cartero, y que tenían poderosos abogados de sus intereses como el embajador de los Estados Unidos, Terence Todman. Él fue más intervencionista que Spruille Braden y acabó integrando el directorio de algunas empresas nacionales privatizadas, como Aerolíneas Argentinas (del cual se fue, por cierto, en estos días), además de ser el artífice, por supuesto, de la venta de varias empresas de Yabrán al Exxel Group. Esto constituyó, usted estará de acuerdo, un intento desesperado del Amarillo de negociar y salvarse, pero no fue suficiente para detener su caída.
-Entonces usted suscribe a la tesis de Bunge de que Yabrán fue "el capital insolente".
-(Se ríe.) En rigor, fue un emir insolente. El último exponente de una alta burguesía autóctona nacida al calor del Estado y su agonía; que tenía gente a sueldo en el radicalismo, en el menenismo (político y sindical) y en las Fuerzas Armadas, para no mencionar a la Iglesia y el caso más que conocido de moseñor Martorell y el cardenal Primatesta. Yabrán fue un emperador que, como Napoleón, y perdone la grosera comparación, había conquistado mucho más territorio del que podía controlar, y varias cosas más, que lo hacían candidato a un final tan vertiginoso como su ascenso.
Miguel Bonasso, Don Alfredo, Buenos Aires, Planeta, 1999, p. 217