La Iglesia se preocupa, y es lógico: quiere tener la excusiva de la superstición -que el diccionario define como una "creencia en alguna influencia no explicable por la razón". La Iglesia de Roma les enseña a sus muchachos que su dios es uno pero tres al mismo tiempo, que su salvador nació de una virgen y resucitó cuando más le convino, que si se portan mal se irán al infierno, que un señor muerto y devenido santo puede, les puede conseguir trabajo, que una copa de vino es sangre de otro señor muerto que también es dios, que recitar unos versos mal rimados conquista el perdón por las trastadas, que lo que dice un polaco arruinado es verdad indudable y que hay muchas cosas que no se pueden preguntar porque la doctrina está llena de misterios que los mortales no deben entender, pero después se alarma de que crean en rarezas de la misma calaña. Saben, supongo, que no hay peor astilla que la del mismo palo, y se lanzan en santísima cruzada.
Martín Caparrós, "13" en Bingo, Buenos Aires, Norma, 2003