# 59

Pero lo que debía ser movilizado en el sujeto histórico y colectivo de la lucha de clases -los trabajadores- no era lo que creíamos que se movilizaba en nosotros: el desencuentro fue trágico. Entonces, cuando la contundencia de la realidad para la cual estuvimos ciego se nos impuso con su ferocidad inesperada, y no tuvimos respuesta porque no estábamos preparados para enfrentar ese desborde de sadismo criminal y de muerte, se desvanecieron las propias fuerzas, y quedamos en el aire, sin sostén ni resguardo, defraudados y vencidos. Y ellas, las masas silenciosas en las que tantos creyeron y por las que tantos se sacrificaron, miraron indiferentes tronar el escarmiento. Sintieron nuestro fracaso como un presagio del futuro que les hubiera esperado de habernos seguido en nuestra locura ciega que el estallido del terror revelaba ahora para todos.
(...) Pero ahora lo vemos más claramente: no sólo se trataba de comprender entonces cómo los otros, los obreros, se plegaban al poder que los envilecía. Se trata, en las actuales circunstancias, de comprender por qué a nosotros, sin que nos diéramos cuenta, y persiguiendo lo contrario, nos pasó lo mismo. Para decirlo de otro modo, más directo: ¿cómo no alcanzamos a ver al enemigo que estaba trabajando dentro de nosotros mismos? (...) Habíamos tomado como ciertos sólo nuestros sueños, como si las pesadillas que también soñábamos no anunciaran nada.

León Rozitchner, "Conciencia política y subjetividad histórica", en AA.VV., Socialismo, ¿anacronismo o futuro?, Buenos Aires, Estela Leonardi Editora, 1993, pp. 29-30