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Yo traté no solo de ser fiel a un concepto retorcido de herencia sino a uno de los "espíritus de Marx", un espíritu inspirado por una idea de justicia irreductible a todos los fracasos del comunismo. Este libro fue escrito poco después de la caída del muro de Berlín, pero siempre me negué a equiparar el totalitarismo nazi y el soviético. (...) La comparación deja de ser justa a partir del momento en que se tiene en cuenta un hecho innegable y masivamente evidente: a la idea comunista, al ideal de justicia que guió y sigue inspirando a tantos hombres y mujeres comunistas, ajenos todos a cualquier cosa del género "gulag", jamás harán corresponder, en paralelo, en análogo o en equivalente, hasta en opuesto comparable el menor "ideal" nazi de la "justicia". [Debemos] reconocer aquello que, en esencia, separa ese "ideal" "comunista" de lo que habrá puesto en marcha el nazismo. (...) Por el lado "comunista", el mal totalitario adoptó la forma, terrorífica, es cierto, de una corrupción del proyecto, o del "ideal". Pero la corrupción de un propósito no es el propósito (...) Por más que tenga que seguir formulándome cualquier pregunta al respecto, mi respeto por la "idea" comunista (...), pues, está intacto.

Jacques Derrida en Jacques Derrida y Élisabeth Roudinesco, Y mañana, qué..., Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 94-95