# 15

Hoy, la apuesta de Lenin contra el economicismo, así como contra la política pura, es crucial, a propósito de la actitud escindida hacia la economía que mantienen los círculos radicales: por una parte, los “políticos” puros, que abandonan la economía como sitio de lucha e intervención; por otro lado, los economicistas, fascinados por el funcionamiento de la economía global de hoy, que excluyen cualquier posibilidad de una intervención política apropiada. Hoy, más que nunca, deberíamos volver a Lenin: sí, la economía es el dominio clave, la batalla se decidirá allí, se debe romper el hechizo del capitalismo global –pero la intervención debe ser propiamente política, no económica. Hoy, cuando todo el mundo es “anticapitalista”, hasta las películas de conspiración sociocrítica de Hollywood en las que el enemigo son las grandes corporaciones con su despiadada búsqueda de ganancias, el significante “anticapitalismo” ha perdido su aguijón subversivo. Lo que debe problematizarse es más bien el supuesto autoevidente de este “anticapitalismo”: la confianza en la sustancia democrática de los honestos americanos para romper con la conspiración. Éste es el hueso duro del universo capitalista global de hoy, su verdadero significante-Amo: democracia. (…) Esta es la razón por la cual el movimiento antiglobalización no es suficiente: en algún momento, habrá que problematizar su referencia supuestamente evidente a la “libertad y democracia”. En ello reside la lección leninista más importante para los tiempos actuales: paradójicamente, es sólo problematizando la democracia, mostrando claramente que la democracia liberal a priori, en su noción misma, no puede sobrevivir sin la propiedad privada capitalista, que podemos ser efectivamente anticapitalistas. ¿No demostró la desintegración del Comunismo en 1990 la más “vulgar” de la tesis marxistas, la de que la base económica real de la democracia política es la propiedad privada de los medios de producción, es decir, el capitalismo con sus distinciones de clase? (…) Quizás el señuelo hoy sea la creencia de que se puede minar el capitalismo sin problematizar efectivamente el legado liberal-democrático.

Slavok Zizek (2003), A propósito de Lenin, Buenos Aires, Atuel, 2004, pp. 102-103