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En ese contexto, la cohesión de los grupos sociales se disgrega y la lucha por los lugares poco a poco pasa a ocupar el sitio de la lucha de clases. Segrega angustias, es fuente de estrés, suscita el miedo a la decadencia. La realización de la propia existencia se antepone a todas las demás consideraciones, especialmente a las ideológicas. La inseguridad, surgida de la movilidad social descendente, lleva al reemplazo de una sociedad jerarquizada y compacta que existía antes por una sociedad en disgregación, frágil. En aquel tiempo persistía para todos la esperanza de uan promoción social o de un mejor vivir, y por lo menos la promesa de la garantía de seguridad. (...)
Este mejoramiento no estaba en absoluto asimilado con el logro de "ventajas". Por el contrario, parecía la justa contraparte de una vida consagrada al trabajo, a una dura tarea. La expresión "ventajas adquiridas" se aplicaba, más bien, a quienes se beneficiaban con una herencia, con una renta, financiera o cultural. Y hoy en día, paradójicamente el cambio de significado hace su camino, contribuyendo a la angustia de quienes creían en la idea de progreso.

Marc Ferro (2010), El ir y venir de la Historia, Buenos Aires, Nueva Visión, 2011, p. 39