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Con el fin de que la prosperidad del cuerpo no dañe a la del ingenio, el pintor o dibujante debe ser solitario, máxime cuando se inclina a las especulaciones y consideraciones que, al parecer continuamente ante sus ojos, dan materia a la memoria que ha de ser bien resguardada. Y si estás solo, serás todo tuyo, y si estás acompañado por uno solo, serás medio tuyo, y tanto menos cuanto sea mayor el compartir de una práctica, y cuánto con más estés, más caerás en tal inconveniente. Y si quisieras decir: haré las cosas a mi manera, me haré a un lado para poder especular mejor sobre las formas de las cosas naturlaes, te digo que mal podrás hacerlo, porque nada harás sin que a menudo prestes oído a sus chácharas, y al no poder servir a dos señores, harías mal el oficio de la compañía y peor el efecto de la especulación del arte. Y si acaso dices: me apartaré tanto que sus palabras no llegarán hasta mí y no me perturbarán, te digo en ese punto que serás considerado un loco; ¿pero no ves que obrando de esta manera estarías finalmente solo? Y si quisieras compañía, obtenla de tu propio estudio, que este te podrá aprovechar, por la ganancia que producen las especulaciones variadas; cualquier otra compañía podría resultarte bastante dañina.

Leonardo Da Vinci (1651), Tratado de la pintura, citado en Cuadernos de arte, literatura y ciencia, Buenos Aires, Colihue, 2011, pp. 22-23