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Los desarrolladores y devotos del "mundo-autopista" lo presentaron como el único mundo moderno posible: oponerse a ellos y a sus obras era oponerse a la modernidad misma, combatir la historia y el progreso, ser un luddita, un escapista, temeroso de la vida y la aventura y el cambio y el crecimiento. Esta estrategia resultó efectiva porque, de hecho, la gran mayoría de los hombres y mujeres modernos no quieren resistirse a la modernidad: sienten su excitación y creen en su promesa, aunque ellos mismos se encuentren en su camino.

Marshall Berman (1982), All that's solid melts into air, New York, Penguin Books, 1988, p. 313
Traducción propia