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Y los que antes quisieron cambiar el mundo ahora, en general, quieren conservarlo. Quieren conservar los paisajes, la libertad de focas y pingüinos, la comida lenta regional, los vinos del terruño, las reservas de bosques, las tradiciones religiosas, la cultura de los inmigrantes -y los mejores, aún, quieren conservar vidas humanas y se van al África o a Latinoamérica a ver si salvan unos cientos del sida la gripe o la malaria.

Salvar lo que se pueda, preservarlo, conservarlo. Ésa es la derrota. Me pregunto cuánto tiempo y cuánto pasará hasta que el cambio vuelva a ser la meta.

Mientras tanto, el cambio es lo que hacen los malos, la derecha, el poder: el cambio es deshacer todo lo que los cambios anteriores consiguieron o, en el mejor de los casos, producir tecnología maravillosa que, por el momento, produce sociedades cada vez más anclada en sus deseos pedorros.

Martín Caparrós, Una luna, Barcelona, Anagrama, 2009, pp. 126-127