Sin duda hablo a veces de cosas que han tratado mejor y con más verdad los maestros de los respectivos oficios. Yo aquí me limito a ensayar mis facultades naturales y no las adquiridas, y quien me coja en ignorancia nada hará que no me haya alegado yo; y añado que no estoy satisfecho de ellos. Quien ande en busca de ciencia, cójala donde se aloje, que yo no profeso tenerla. Estas son solamente mis fantasías, con las que no pretendo hacer conocer las cosas, sino hacerme conocer yo. Quizá ciertas materias me sean conocidas alguna vez, o quizá me lo hayan sido ya, según la fortuna me lleve o haya llevado allí donde son sabidas; pero no me acuerdo, porque, si soy un hombre de algunas lecturas, lo soy de nula memoria. Así, no garantizo certeza en nada, salvo la de hacer saber hasta qué punto llegan los conocimientos que tengo en esta hora. No se atienda, pues, a las materias, sino a la manera como las expongo, y véase en lo que de otros tomo, si he sabido escoger bien aquello que realza o socorre la invención, la cual nace siempre de mí. Hago, por ende, que los demás expresen, no antes, sino después que yo, las cosas que no puedo decir bien, por flaqueza de mi lenguaje o de mis sentidos. En las citas que aduzco me atengo al peso y no a la cantidad, pues si número hubiese querido, habría doblado los pasajes ajenos que introduzco. (...) Gustaríame que alguien me desplumara separando mis plumas de las ajenas, ya que éstas se reconocen por la claridad de juicio y fuerza y belleza de propósitos; porque yo sé medirme bien y cónstame que mi jardín no da flores tan ricas como las que aquí andan sembradas, a las cuales todos mis frutos propios no podrían equivaler. (...) Quisiera tener más perfecta inteligencia de las cosas, pero no quiero comprarla a precio demasiado alto. Mi designio es pasar tranquilo y no trabajosamente lo que me quede de vida, y no deseo romperme la cabeza por nada, ni aún por la ciencia, por mucho que valga.
Michel de Montaigne (1595), Ensayos II, Buenos Aires, Orbis, 1984, pp. 70-71