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En tanto la Argentina careció, en el período analizado, de un partido político, club intelectual o círculo de reflexión que asumiera la sistematización y difusión en gran escala de las ideas liberal-conservadoras, el rol de La Nación fue fundamental para cubrir esa tarea. (...) Fue un productor producido, cuyo pensamiento reflejó los avatares de una realidad que contribuia a constituir y, por esa vía, se instituía a sí mismo.
Como todo actor que se halla colocado entre la sociedad y el Estado, el pensamiento político de La Nación pudo identificarse más con uno que con otro de esos dos planos de la práctica social, según los distintos problemas y circunstancias. Pero el esfuerzo más sistemático del diario, si bien no siempre lo logró, fue mirar la política desde arriba. (...) Llevada a la perfección, su operación conceptual suponía mirar desde arriba a los de arriba, explicarles sus errores, aconsejarlos y relatarles el mundo que escuchaba como primicia en sus teletipos antes de convertirlo en letra impresa. (...)
La Nación le hablaba al poder con persuasión analítica, a veces con rigor, otras con ironía, y no faltaron ocasiones, como se vio, en que lo hizo con inocultable desdén.

Ricardo Sidicaro, La política mirada desde arriba: las ideas del diario La Nación (1909-1989), Buenos Aires, Sudamericana, 1993, pp. 520-525