-Si uno quiere ropa, va al negocio y trata de encontrar la más fascinante, la que más placer le da al ponérsela. La paga, vuelve a la casa y espera que le quede perfecta y que el deseo que tenía al comprársela quede satisfecho. Si eso no ocurre, o uno devuelve la prenda (posiblemente diciendo que fue engañado, que no era lo pactado) y recupera el dinero, o la tira a la basura. Esa es la forma de lidiar con los objetos materiales. Supongo que no hay otra forma, dado que su único valor, y por ende, el único examen que tienen que pasar, es dar satisfacción a quien los consume. El problema es cuando tratamos a los seres humanos de la misma manera: en cuanto alguien deja de satisfacernos o de sorprendernos, o simplemente se vuelve parte de una rutina, lo descartamos o cambiamos por otro. Lo peor es que hasta el tipo de consejos que se suele recibir de los psicólogos y los terapeutas de pareja apunta en esa dirección. Si algo no satisface en el corto plazo, no sirve; no hay que demorar la gratificación, dicen a menudo a sus pacientes, lo cual está hecho a medida para fomentar las expectativas consumistas.
-¿Todo tiempo pasado fue mejor para las relaciones? ¿Era mejor quedarse atrapado en una relación, por mala que esta fuese?
-Mi colega británico Tony Giddens habla de las relaciones actuales como relaciones "puras", en el sentido de que están limpias, emancipadas de toda carga adjunta como, por ejemplo, el compromiso de mantenerlas hasta que la muerte nos separe. Una relación de pareja hoy se afronta con la expectativa de una gratificación mutua constante. Si deja de ser así o no resulta tan fantástica como se esperaba, no tiene sentido mantenerla. Giddens cree, justamente, que eso es muy liberador. Antes, alguien que era infeliz con su pareja y quería abandonarla no podía divorciarse y/o buscar una nueva, y él considera que esto era muy restrictivo respecto a la libertad del individuo. Giddens tiene razón, pero la idea de que si se sacan las restricciones entramos en el paraíso es errada, porque sin las restricciones entramos en un mundo de incertidumbre continua respecto al futuro, que trae una enorme ansiedad a las partes involucradas. Para entrar en una relación "pura" hace falta el consentimiento de dos personas, lo cual es bueno. Pero para romperla, con la voluntad de una sola basta. Si un solo miembro de la pareja dice "Necesito más espacio" o cree que el pasto es más verde en el jardín de al lado, todo se acabó. Por eso, ambas partes viven con el miedo permanente a ser descartados o cambiados. Era una pesadilla vivir sin la posibilidad de poder escapar de las relaciones. Pero es también una pesadilla vivir siempre en un estado de ansiedad respecto al futuro de la relación en la que se está. En ambos tipo de arreglos hay aspectos muy negativos. Por eso no es que estemos progresando al pasar de un tipo de vida a otro, sino que pasamos de uno con ventajas y desventajas a otro con ventajas y desventajas, solo que distintas.
Zigmunt Bauman entrevistado por Juana Libedinsky en La Nación, 12-01-2008.
Enlace.Via Julia Taleisnik
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