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No querría que esta declaración de pesimismo se entendiera como un gesto de renuncia. Es un acto de sana austeridad tras tantas orgías de optimismo, un prudente rechazo a participar en el banquete de los retóricos siempre festivos. Es un acto de saciedad, más que de disgusto. Y, además, el pesimismo no refrena la laboriosidad sino que la encamina y dirige mejor a su objetivo. Entre el optimista cuya máxima es "no hagas nada, ya verás como todo se arregla" y el optimista que replica: "haz lo que tengas que hacer, aunque las cosas vayan de mal en peor", prefiero al segundo. (...) Sólo el buen pesimista está en condiciones de actuar con la mente despejada, con la voluntad decidida, con sentimiento de humildad y plena entrega a su deber.

Norberto Bobbio (1955), Politica y cultura, citado en Umberto Eco, A paso de cangrejo, México, Debate, 2007, p. 86