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Hay una suerte de división de facto entre el trabajo de la producción social y verdades mayores de experiencia. Muy a menudo, las personas que pueden hablar acerca del mundo social no saben nada acerca del mundo social, y los que saben acerca del mundo social no pueden hablar al respecto. (...) Los trabajadores saben mucho: más que cualquier intelectual o sociólogo. Pero en cierto sentido no lo saben, les falta el instrumento para comprenderlo, para hablar sobre ello. Y nosotros tenemos la mitología del intelectual que es capaz de transformar sus experiencias sobre la doxia, su dominio del mundo social, en una presentación explícita y bien formulada. (...) Siempre me resultó chocante lo que Marx decía sobre Proudhon; era muy duro con él. Marx decía: "es un estúpido pequeño burgués francés"; que Proudhon sólo escribía sobre estética desde el punto de vista de los estetas griegos; que Proudhon era muy ingenuo. Él trataba a Proudhon con condescendencia porque lo consideraba un pequeño burgués con una educación pobre, mientras que Marx tenía la educación clásica correspondiente al hijo de un funcionario de la monarquía prusiana. Esas distinciones son muy importantes, y vienen de la arrogancia del intelectual con capital cultural. El comportamiento y los numerosos conflictos de los partidos de izquierda están relacionados con eso: los intelectuales odian y desprecian a los trabajadores, o los admiran demasiado, que es una forma de despreciarlos.

Pierre Bourdieu (1991), "Doxa y vida cotidiana: una entrevista" en Slavoj Zizek, Ideología: un mapa de la cuestión, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 303-304