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Convertida en objeto de consumo, la miseria da morboso placer y mucho dinero. En el mercado de la opulencia, la miseria es una mercancía que se cotiza bien. (...) Ante esas fotos pusilánimes, sucias de horror o de sangre, los afortunados del mundo pueden derramar alguna lágrima de cocodrilo, alguna moneda, alguna palabra piadosa, sin que nada cambie de sitio en el orden de su universo. Contemplando a esos jodidos de piel oscura, olvidados por Dios y meados por los perros, cualquier don nadie se felicita íntimamente: la vida no me ha tratado tan mal, al fin y al cabo, si se compara. El Infierno sirve para confirmar las virtudes del paraíso.

Eduardo Galeano (1989), "La luz es un secreto de la basura",  en Ser como ellos y otros artículos, Bogotá, Tercer Mundo, 1992, p. 63