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[D]urante la investigación no me he dejado guiar por la idea de que nuestra forma civilizada de comportarnos sea la más adelantada de todas las posibles formas humanas de conducta, ni tampoco por la opinión de que la «civilización» sea la forma vital más deleznable y esté condenada al hundimiento. Todo lo que podemos observar hoy es que, con el paulatino proceso de la civilización aparece una serie de carencias civilizatorias específicas; pero no podemos asegurar con certidumbre que comprendamos por qué nos atormentamos en realidad. Tenemos la impresión de que, a causa de la civilización, estamos atrapados en una red tupida que los seres humanos menos civilizados no conocen; pero también sabemos que esos seres humanos menos «civilizados», a su vez, suelen verse acosados por miserias y angustias que a nosotros ya no nos atormentan o, en todo caso, no nos atormentan de igual modo que a ellos.

Norbert Elias (1936), "Prólogo" en El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 52