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Los numerosos impulsores de la energía solar, hídrica y eólica, de fuentes pequeñas y descentralizadas de energía, de "tecnologías inmediatas" y "economías de fase estable" son, en su mayoría, enemigos de la planificación a gran escala, de la investigación científica, de la innovación tecnológica, de la organización compleja. Y sin embargo, para que alguno de sus planes sea realmente adoptado por un número significativo de personas, tendría que tener lugar una radical redistribución del poder económico y político. (...) No hay nada bizarro en los argumentos anti-crecimiento o de energías blandas y, de hecho, éstos suelen ir acompañados por ideas ingeniosas e imaginativas. Lo que es bizarro es que, dado la magnitud de las tareas históricas que enfrentan, nos pidan, en palabras de E. F. Schumacher, "pensar en pequeño". La paradójica realidad que escapa a muchos de estos autores es que en una sociedad moderna sólo los más estravagantes y sistemáticos intentos por "pensar en grande" pueden abrir los canales para "pensar en pequeño". Por ende, los activistas de la reducción energética, crecimiento limitado y descentralización, en lugar de maldecir a Fausto, deberían abrazarlo como el hombre del momento.

Marshall Berman (1982), All that's solid melts into air, New York, Penguin Books, 1988, p. 83