# 319

Cuando empecé a trabajar en una editorial, me encontré con una traducción del inglés donde no podía controlar el original porque se lo había quedado el traductor. Empecé a leérmela, de todas maneras, para ver si el italiano tenía fluidez. El libro contaba la historia de las primeras investigaciones sobre la bomba atómica, y en un punto decía que los científicos, reunidos en un lugar determinado, empezaron su trabajo haciendo "carreras de trenes". Me parecía extraño que personas que tenían que descubrir los secretos del átomo perdieran tiempo en juegos tan insulsos. Por consiguiente, echando mano a mi conocimiento del mundo, inferí que los científicos debían de hacer otra cosa. No sé si llegado a ese punto se me ocurrió una expresión inglesa que conocía, o si intenté hacer una curiosa operación: intenté traducir mal al inglés la expresión italiana, y se me ocurrió enseguida que aquellos científicos hacían training courses, es decir, cursillos de formación, lo que era más razonable y menos caro para los contribuyentes norteamericanos. Naturalmente, una vez recibido el original, vi que era así, y me ocupé de que al traductor no se le pagara por su inmundo trabajo.

Umberto Eco (2003). Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción, Barcelona, Lumen, 2008, pp. 58-59