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Lo que caracteriza al "capitalismo tardío" es la escisión entre la producción de experiencias culturales como tales y su base material, parcialmente invisible (...) En la percepción ideológica actual del Primer Mundo, el trabajo mismo (la labor manual en tanto opuesta a la producción "simbólica"), y no el sexo, aparece como el sitio de indecencia obscena a ser ocultado del ojo público. Una tradición que se remonta al Rheingold de Wagner y a Metrópolis de Lang, donde el proceso productivo tiene lugar bajo tierra, en cuevas oscuras, y que hoy culmina en la "invisibilidad" de los millones de obreros anónimos que trabajan en condiciones infrahumanas en las fábricas del tercer mundo, desde los Gulags chinos o indonesios hasta las fábricas de ensamble de Brasil -- Occidente puede permitirse el lujo de hablar de la "clase obrera en desaparición", incluso cuando las marcas de su presencia son fácilmente discernibles: todo lo que uno debe hacer es leer la pequeña inscripción "Made in... (China, Indonesia, Bangladesh, Guatemala)" en los productos masivos, desde jeans hasta walkmans. (...)
Hoy, las dos superpotencias, Estados Unidos y China, se relacionan cada vez más en la forma de Capital y Trabajo. Estados Unidos está convirtiéndose en un país de planificación gerencial, financiera, de servicios, mientras que su "clase obrera en desaparición" (salvo los inmigrantes chicanos y otros, que trabajan predominantemente en la economía de servicios) está reapareciendo masivamente en China, donde se fabrica gran parte de los productos norteamericanos, desde juguetes hasta hardware, en condiciones ideales para la explotación capitalista: sin huelgas, libertad limitada de movilidad de la fuerza activa, sueldos bajos... Lejos de ser absolutamente antagónica, la relación de China y Estados Unidos es profundamente simbiótica. La ironía de la historia es que China merece plenamente el rótulo de "Estado de la clase de trabajadora": es el Estado de la clase que trabaja para los capitales norteamericanos.

Slavoj Zizek (2003), A propósito de Lenin, Buenos Aires, Atuel, 2004, pp. 125-126