En una reciente conferencia pronunciada en Madrid, Alain Touraine dijo que a los países democráticos latinoamericanos se les abren tres caminos en la crisis actual: el populismo tradicional, que conduce al caos; el liberalismo puro y duro ("a la estadounidense", dijo) que provoca graves desigualdades y probablemente también el caos por vía de las tensiones sociales; y, por último, la "vía europea". Es decir, democracias con fuerte participación de un Estado moderno y eficaz, mediador entre sectores y regulador de las desigualdades excesivas. Por cierto, una recomendación razonable y atractiva. Pero el gobierno latinoamericano (o asiático, o africano) que emprendiera ese camino debería empezar por crear un sistema fiscal digno de ese nombre, que afectaría de inmediato y en primer lugar a las grandes empresas trasnacionales. Luego, entre otras cosas, defender el valor de sus materias primas y proteger su industria, al menos un tiempo, de la competencia multinacional. Esto provocaría primero desinversión, luego fuga de capitales y luego, muy probablemente, un golpe de Estado con el auspicio o la tolerancia de los países-sede de las empresas afectadas.
Esa es la historia de América Latina.
Carlos Gabetta (1990), "Democracias for export", en La "democracia" en Argentina, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2003, p. 15